CUARTO DOMINGO DE CUARESMA
1ª Lectura: 2 Crónicas 36,14-16.19-23
Salmo: 136
2ª Lectura: Efesios 2,4-10
PALABRA DEL DÍA
Ciclo A: Juan 1,9-41 (El ciego de nacimiento) opcional.
Ciclo B: Juan 3,14-21 (Diálogo de Jesús con Nicodemo)
“En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: “Lo mismo que
Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del
hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al
mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen
en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para
juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no
será juzgado, el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre
del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y
los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues
todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse
acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz,
para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.
Nosotros creemos que Dios es Amor. Éste es nuestro
principio y fundamento, nuestro sol y seguridad, nuestro sentido y nuestra
meta.
Nicodemo
tenía sed, y fue a beber de la fuente de Cristo, y encontró un misterioso
manantial, como lo encontró la samaritana. Nicodemo quería ver, y fue a la
estrella de Jesucristo, y encontró una luz que cegaba y transformaba, sobredosis
de luz. Nicodemo iba buscando nuevos caminos de verdad, y se encontró con el
Camino y la Verdad.
Nicodemo iba con la ley
en la mano, deseando un mejor conocimiento y aplicación de la misma, y encontró
un fuego en el que las leyes se quemaban, pero se grababan en su corazón.
Nicodemo escucha
palabras divinas: Tanto amó Dios al
mundo… Para que no perezca ninguno… sino que tengan vida eterna… El que realiza
la verdad se acerca a la luz…
¡Tanto amó! Dios es Amor, pero
sobrepasando nuestros conceptos y nuestras medidas. Si vemos los signos de este
amor, producen en nosotros un sentimiento de admiración pero, ¿cómo es
posible?, ¿cómo puede ser tanto? Es algo que nos desborda: ¡tanto, tanto!
Dios es Amor. El amor no es un
atributo de Dios, es una definición, es su naturaleza. Dios consiste en amar.
Dios no puede hacer otra cosa que amar, no puede hacer nada, por muy
omnipotente que sea, que vaya contra el amor, porque se destruiría a sí mismo.
“¡Dios es amor!”
¿La verdad? Todos la buscamos. Pues he aquí, la verdad es el amor. El que vive en
el amor encuentra la luz. ¿La vida? Todos la deseamos. Pues he aquí, la vida es
el amor. El que no ama está muerto.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
El Amor. La verdad es que nos sería necesario destacar en el
amor, ya que ésta es la gran característica de Dios. Esta realidad es la que
engendra vida: “Por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por
nuestros pecados, nos ha hecho vivir con Cristo…”Es muy cierto, el egoísmo y el
orgullo provocan la muerte espiritual y la destrucción de nuestras vidas y
relaciones.
En
cambio, la generosidad de Dios nos ha salvado. Él nos ha concedido el don de la
fe y la salvación ha llegado a nuestras vidas, sencillamente por su gracia, no
por ningún mérito nuestro.
Dios
no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para salvarlo. Basta con
aceptar esta salvación, esta propuesta de felicidad desde la fe. Dios no quiere
que nadie se pierda, no quiere la tristeza ni el sinsentido en la vida. Por eso
hoy debemos recordar que ya estamos salvados gracias a Cristo crucificado y
Resucitado. La salvación ya ha llegado al mundo, pero nuestro esfuerzo está en
abrir nuestro corazón y dejar que Cristo habite permanentemente en nosotros, y
así vivir en la luz y la verdad. Nadie tiene amor más grande que el que da la
vida por sus amigos. ¡Hasta qué punto somos sus amigos! Es el mejor argumento
de la gratuidad y la generosidad de Dios.
ORACIÓN FINAL
Señor,
Padre Santo, te doy gracias, porque tanto amaste al mundo, que le entregaste a
tu único Hijo. Esta es la prueba más brillante de la inmensidad de tu amor, de
tu generosidad infinita. Cristo, tu Hijo, es la gloriosa manifestación de tu
misterio. Cristo es el Amor divino encarnado y regalado.
Nos
entregaste a tu Hijo en el doble sentido de donación y de inmolación. Nos diste
a tu Hijo, tu único Hijo, nos lo regalaste. Y nos lo diste no para un tiempo determinado o una misión
concreta, nos lo diste para siempre y para todo. Gracias, Señor.
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