domingo, 11 de marzo de 2012

Lunes de la Tercera Semana de Cuaresma


PALABRA DEL DÍA

Lucas 4,24-30

“En aquel tiempo, dijo Jesús al pueblo en la sinagoga de Nazaret: “Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio·”. Al oír esto, todos en la sinagoga ser pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba”.   

EL RECHAZO DEL PROFETA

REFLEXIÓN

                La sencillez de las palabras de Jesús, siempre desarman. No sólo Jesús declara ingenuamente: “Hoy se ha cumplido la Palabra”, sino que se presenta como el que va a renovar la historia, aunque él sea un hombre entre los hombres. Un  conciudadano más.

            En esto se apoya la gran renovación evangélica. Una fe anclada en el corazón y fundada en signos tan tenues como un hombre sin poder o el símbolo de un agua viva. Lo que Dios viene a renovar es el corazón del hombre. ¿Lo conseguirá frente a los maestros de Israel, que han  edificado un sistema de leyes y ritos en el que el corazón, a la postre, no cuenta para nada? Hoy, y de un modo aún más banal, son los habitantes de Nazaret quienes se encogen de hombros. Pero basta con que Jesús les amenace con las Escrituras para que su furor llegue al extremo de pretender acabar con él de una vez por todas.

            “Pero él, pasando por en medio de ellos, siguió su camino”. Camino de la cruz. El único por el que Dios ha encontrado paso para renovar el corazón del hombre.

ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR

Hemos sido ungidos por el Espíritu en el bautismo y la confirmación para testimoniar y secundar la misión liberadora de Cristo. Si no queremos apagar el Espíritu de Jesús en nosotros y en nuestra comunidad, hemos de comprometernos a fondo perdido en la lucha por la liberación de los más pobres y débiles, según el programa de Cristo en la sinagoga de Nazaret. Pero hemos de hacerlo con el amor con que lo hacía Jesús. Pues no podemos implantar la justicia en las estructuras sociales sin estar nosotros mismos convertidos, es decir, sin el amor y la fuerza del Espíritu de Dios que nos libera interiormente.

Nos incumbe una ardua y hermosa tarea de conversión, oración, alabanza a Dios y amor a los hermanos. Ese fue el camino y el estilo de Jesús, y no hay otro que nos valga.

ORACIÓN FINAL

 Sé tú, Señor, nuestro presente y nuestro futuro; así la desesperanza no dominará a los que creemos en ti. Mantennos firmes en la fe y en la fidelidad, para que tus promesas se nos hagan realidad para siempre. Amén.








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