jueves, 8 de marzo de 2012

Viernes de la 2ª Semana de Cuaresma


PALABRA DEL DÍA

Mt 21,33-46

“En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarraron a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, he hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo”. Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: “Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia”. Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?”. Le contestaron: “Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos”. Y Jesús les dice: “¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”?. Por eso os digo que se os quitará a vosotros el Reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos”. Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba por ellos. Y, aunque buscaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta”.

LA PIEDRA QUE DESECHARON LOS CONSTRUCTORES, ES AHORA LA PIEDRA ANGULAR.

REFLEXIÓN

                Jesús sube hacia la cruz. La escalada no tendrá límite. La parábola de los viñadores homicidas es un resumen estremecedor de la escalada de los hombres contra Cristo y contra todos aquellos que, como él, pretenden dar testimonio de Dios. Los viñadores están impacientes por apoderarse de la viña, de la herencia. En cuanto lo consigan, ya no serán pobres obreros dependientes, sino los poseedores de lo que se les había dado como gracia. El asesinato del heredero es casi ritual. El hijo se ha convertido en el rival, en el obstáculo a su deseo. Una vez muerto él, la viña se hará, al fin, igualitaria, sin necesidad de gracias ni favores. Una religión sin el Hijo y, en definitiva, sin hijo alguno.

            Esta es la explicación del asesinato de Jesucristo. Nada obligaba a matarlo, a no ser la voluntad hipócritamente religiosa de los sacerdotes y notables de conservar una religión sin dependencia filial. Una religión en la que cada uno cumple su deber, y así queda en paz con Dios. ¡Pero que Dios envíe a su propio Hijo es demasiado! La historia es de ayer… y es de hoy, en que hombres religiosos torturan al hombre en nombre de un supuesto “orden cristiano”. ¿Hasta dónde llegará la escalada del crimen y el holocausto?.

            Pero Dios responde con otra escalada: la del amor y la Alianza. No conoce más respuesta que la de comprometer cada vez más con su obra encarnecida.  Los viñadores mataron al Hijo, pero Dios lo resucita para que él mismo sea la Viña. Nosotros somos los sarmientos de su viña y los miembros de ese cuerpo. ¿Qué hemos hecho de él? Nosotros también hemos destrozado al Amado. ¿Qué otra cosa hacer, sino entrar en la escalada evangélica, renunciando a todo espíritu de posesión? ¡Qué donde impera la violencia pongamos una dulzura sin límite! Eso es dar fruto. No el fruto insípido de nuestros contratos, sino un fruto luminoso, madurado al calor del espíritu, sin otro artífice que la gracia.  Daremos fruto si la resurrección de Cristo pasa a través de nosotros como la savia que da vida a los sarmientos. La alianza entre Dios y los hombres será cosa de amor o no será nada.

ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR

                La comunidad cristiana primitiva, en su reflexión pascual, entendió la parábola como una advertencia de Cristo también para ella misma. Se trata de una invitación del Señor a dar frutos según Dios, puesto que se nos ha confiado la viña, el Reino, para un servicio fiel y fecundo.

            La fe, el culto y la oración han de plasmarse en frutos para no frustrar las esperanzas que el Señor ha puesto en nosotros en esta hora del mundo, tiempo de vendimia, sazón y cosecha de Dios.

            Nuestra elección como pueblo consagrado a él no ha de ser motivo de orgullo puritano y estéril, sino de fértil responsabilidad cristiana. Así es como debemos aplicarnos hoy esta parábola para que la escritura sea eficaz en nosotros: con espíritu de revisión y conversión cuaresmal. Así seremos un pueblo que produce frutos.

Cristo murió perdonando. Fue la escalada divina, respuesta a la escalada criminal de los hombres. Ese día el holocausto, que debía asegurar la cohesión total de los hombres, se transfiguró en sacrificio de amor del Dios que hace lucir el sol tanto sobre la viña de uvas agrias como sobre el plantío generoso. Por pura gracia.

ORACIÓN FINAL

                Te bendecimos, Padre, por el cáliz del vino nuevo que sella tu alianza con nosotros por la sangre de Cristo. Que ese vino nuevo de tu espíritu, fermento de la nueva humanidad, haga reventar nuestros odres envejecidos, por el odio y el desamor.

            Tanto amaste al mundo que le diste a tu propio Hijo. Cristo Jesús se entregó en manos de los verdugos para que de su sangre derramada naciera el nuevo pueblo, como de la uva prensada nace el vino de la fiesta. Amén.




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