sábado, 14 de abril de 2012


SEGUNDA SEMANA DE PASCUA
La fe cristiana no es un adoctrinamiento. Cada cristiano está llamado a vivir personalmente, con  la experiencia de su vida, la verdad universal que manifiesta la Pascua. Si la resurrección es el centro de nuestra fe, es porque significa el retorno de la vida. La vida iba a perderse, y hoy se encamina hacia su plena realización.
            Creer en la resurrección es afirmar que alguien –y alguien de nuestra historia- está “lleno de vida”. Para siempre. Creer que Cristo está vivo es plantear para cada hombre el sentido de la vida. Pero creer en la resurrección es aún más. Es experimentar ya en lo secreto de nuestro corazón que, en Cristo, hemos vencido a las fuerzas de la muerte, aun cuando sigan aprisionándonos. Victoria para nosotros; sin duda; pero victoria también para el mundo. Cuando descubrimos con asombro que hemos sido despertados a la vida sin término, ese nuestro asombro es buena noticia para la tierra entera, nos convertimos en la conciencia viva de la que ya le ha sido dada sin que la propia tierra se diese cuenta.
            Y no es que liquidemos alegremente el lado trágico de la existencia. Al igual que el no creyente, nos vemos enfrentados al absurdo, abocados al sufrimiento y al vacío. Pero creemos humildemente que ya fluye en nosotros una sangre nueva. Afirmamos que, desde la mañana de Pascua, hemos nacido a una vida nueva: “¡El mundo antiguo ha pasado, y ha nacido un mundo nuevo!”. Creer en la resurrección es apasionarse por la vida. Creer en Jesús es descubrir todo el amor a la vida que Jesús manifestó en sus palabras y obras. Es creer en el mundo y hacer lo posible para que el mundo alcance su fin. Creer en la resurrección es descubrir el poder de la vida que Dios nos hace experimentar, nuestra vida no camina hacia su perdición: “estad vivos, auténticamente vivos”, dice Dios. Si creemos en la vida es porque hemos descubierto en la resurrección de Jesús que el secreto tenebroso del mundo es la palpitación de un corazón que ama: “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único”.

PALABRA DEL DÍA

Jn 20,19-31

“Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegrías al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así os envío yo”. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo, a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo”. A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: “Paz a vosotros”. Luego dijo a Tomás: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Contestó Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús le dijo: “¿Por qué me has visto has creído? Dichosos los, que crean sin haber visto”. Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

“PAZ A VOSOTROS”

DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA

REFLEXIÓN

                La gran palabra, la buena noticia que nos transmite la Iglesia en este segundo domingo de Pascua, es que Jesús se hizo y se hace presente en medio de sus discípulos.
            El día de la Pascua nos fijamos más en la resurrección misma de Jesús y su existencia junto al Padre. El que estaba muerto vive junto a Dios y en Dios mismo. Todo fue obra del Espíritu vivificante.
            Hoy nos fijamos en la presencia de Jesús en nosotros. Resucitó  no sólo para él mismo, sino para nosotros y por nosotros. Si murió por nosotros, paras redimirnos del pecado y de la muerte, resucitó para llenarnos de vida y contagiarnos de inmortalidad.
            No se desentendió de nosotros. Podía haberlo hecho por lo mal que le tratamos. Pero su amor es eterno, supera los tiempos, las distancias, los obstáculos, las debilidades y las infidelidades. Las ovejas se dispersaron en el día de la tempestad cruel y sangrienta, pero el buen Pastor saldrá de nuevo en su busca.
            Será tarea del resucitado encender la fe de los discípulos, unirles en comunión, llenarles de la fuerza y el gozo del Espíritu y convertirles en testigos y misioneros de su resurrección.
            Hoy es también Domingo de la fe. No les fue fácil creer a los discípulos que habían contemplado la ignominia, la debilidad y la muerte de aquel a quien habían imaginado como el Mesías de la gloria. De la posible resurrección no tenían ni idea ni esperanza. “Los vivos son los que te alaban” (Is 38,19) si acaso podían tener una ligera esperanza de la resurrección final de los justos, como decía Marta: “sé que resucitará en el último día, en la resurrección” (Jn 11,24).
            Para que sus discípulos y discípulas creyeran Jesús resucitado se dejó ver, salió a su encuentro, se puso en medio, les explicó el sentido de las Escrituras, partió con ellos el pan, les echó en cara su falta de fe.
            Son distintas experiencias pascuales, que no hay que interpretar de manera estrictamente corporal. Todas coinciden en que han experimentado la presencia viva de Jesús, se han encontrado con Jesús. Él ha penetrado en  sus inteligencias y en sus corazones, ha tocado lo más hondo de su ser. Por eso empezarán a ser hombres nuevos. A Jesús ya no lo verán cerca, pero lo vivirán dentro.
            Pablo, a quien se debe el relato de las primeras experiencias pascuales, es un ejemplo deslumbrante de esta transformación. Él nos la describe apasionadamente.
La fe pascual brota siempre de este encuentro con Jesús resucitado; y él toma siempre la iniciativa, como vemos en Pablo y en todas las apariciones del Señor. Por eso cuando hablamos de la fe pascual, no pensamos en un dogma, sino en un acontecimiento.
            Pero la comunidad necesita del perdón, que es hijo de la caridad. Jesús resucitado es comprensivo y perdona; incluso inaugura la cultura del perdón: A quienes perdonéis… Es el triunfo de la misericordia.
            Hoy es el Domingo del perdón y de la misericordia. Porque Cristo resucitado perdonó a sus amigos y a sus enemigos. No tomó venganzas ni impuso penitencias, si acaso penitencias de amor y exigencias de fe. Porque Cristo resucitado esponjó nuestro corazón en el ungüento de la compasión y la ternura. Porque Cristo resucitado nos capacitó y enseñó a perdonar. Porque Cristo resucitado estableció un sacramento específico de la misericordia.
ENTRA Y ORA  EN TU INTERIOR
            Tomás quería meter el dedo en el agujero de los clavos y la mano en la herida del costado. Las llagas son, no solamente un piadoso memorial de la Pascua del Señor, sino un argumento de fe, la prueba más convincente de la verdad, y son urgencias de amor.
·         Memorial de la Pasión.
Actualizan los sufrimientos del Mesías, pero, sobre todo, actualizan la grandeza salvadora de su amor. En sus llagas fuimos curados, nos dice Isaías 53,4-5. Cargó con nuestras dolencias y nuestros pecados. A través de sus llagas podemos asomarnos al misterio del amor misericordioso de Dios. Dentro de tus llagas escóndeme.
Lo mismo que él cargó con nuestras dolencias y nuestros pecados, ¿seríamos capaces nosotros de cargar con los sufrimientos y los dolores de los hermanos?.
·         Argumentos de fe.
Parece que lo que convenció a Tomás fueron las llagas. Palpando creyó, confesó, se entregó. No se fiaba de palabras ni de experiencias ajenas. Tenía que quemarse, quemar sus dudas en las hogueras del que fue crucificado. Por eso, hoy se necesitan más testigos que maestros, porque hemos llegado a tal punto de increencia que sólo las llagas pueden convencer.
·         Urgencia de amor.
Jesús nos amó hasta la sangre. Pero, “todavía no habéis llegado a la sangre de vuestra pelea contra el pecado” (Heb 12,4); ni hemos llegado a la sangre en la pelea contra la injusticia o en el combate por la paz, ni hemos llegado a la sangre en el ministerio de la caridad.



SEGUNDA SEMANA DE PASCUA

LUNES DE LA 2ª SEMANA DE  PASCUA

16 DE ABRIL

·         Hechos 4,23-31

“Cantad a Dios en vuestros corazones vuestro reconocimiento por medio de salmos, himnos y cánticos inspirados por el Espíritu” (Col 3,6). La liberación de Pedro y Juan proporcionan a la Iglesia la ocasión de expresar a Dios su agradecimiento, a la vez que pone el acento en los acontecimientos que acaba de vivir.

·         Salmo 2: “Dichosos los que se refugian en ti, Señor”.

El salmo 2 es el punto de partida de su meditación. En este salmo, un rey cita las palabras sagradas que le designan como hijo de Dios. De este modo, desafía a todos cuantos quisieran negar su legitimidad, cosa habitual cuando se producía un relevo en el reinado. Desde una óptica cristiana, el salmo explicita admirablemente el sentido del destino de Jesús: el ungido real es Cristo, mientras que los reyes de la tierra designan a los jefes de Israel y al procurador romano que han decidido su muerte.

·         Juan 3,1-8

Nicodemo ha visto los signos, el agua de las purificaciones convertida en vino y la limpieza del templo. Pero, por muy favorable que sea a Jesús, no deja de representar el orden antiguo en vías de ser abolido. Si Nicodemo quiere comprender los signos del reino, debe renacer de lo alto.

Hay que nacer del espíritu, que es quien transfigura ya la debilidad de nuestros amores humanos para que puedan anunciar algo del mundo nuevo.

MARTES DE LA 2ª SEMANA DE PASCUA

17 DE ABRIL

·         Hechos 4,32-37

“Lo poseían todo en común”. Esta lapidaria frase resume el ideal comunitario de los cristianos y representa una increíble fuerza para la nueva Iglesia: ¡Qué mejor motor para el apostolado que el apoyo mutuo y fraterno? Pues no sólo los bienes materiales son susceptibles de ser puestos en común, sino también la fe, la alegría de estar juntos, las preocupaciones, los sufrimientos, la vida.

·         Salmo 92: “El Señor reina, vestido de majestad”.

El salmo 92 celebra la entronización victoriosa de Yahvé en Jerusalén, en el marco de la fiesta de los Tabernáculos.

·         Juan 3,7-15

“Es preciso nacer de lo alto” Nicodemo está verdaderamente confuso y no comprende este nuevo lenguaje. De hecho, no posee el lenguaje del corazón, el lenguaje de un amor de horizontes infinitos. Pero Jesús no niega el carácter misterioso de las palabras que pronuncia, y para iluminarlas recurre a una comparación. También el viento es misterioso; se sienten sus efectos, pero no se le puede ver. Algo así sucede con los que han nacido del, espíritu: se les puede ver (son los que aceptan la palabra de Jesús), pero no se sabe nada acerca del momento y el modo en que el espíritu les ha hecho nacer, en cualquier caso, el proceso no es comparable al de un nacimiento físico.

Era menester, en primer lugar, que el Hijo del Hombre bajara del cielo, porque es él quien posee el conocimiento de las cosas divinas: era menester que Dios se encarnara. Y, en segundo lugar, tenía que ser elevado como la serpiente de Moisés, de la que el libro de los Números dice que sanaba a quien la miraba (Núm 21,9), con lo cual daba a entender que quien se volviera hacia Dios quedaba salvado. Del mismo modo, quien pone su fe en Cristo posee la vida eterna.



MIÉRCOLES DE LA 2ª SEMANA DE PASCUA

18 DE ABRIL

·         Hechos 5,17-26

Todos los apóstoles han sido detenidos. Pronto pagará Esteban con la vida su fidelidad a Cristo; Pedro volverá a ser detenido, al igual que Pablo. La Iglesia de Jerusalén no conoce tregua. Sus adversarios no han cambiado: sigue siendo el partido de los saduceos, esos aristócratas del culto y las finanzas, tan reacios a las ideas nuevas y que gozan de mayoría en el sanedrín.

Lo cual no les va a permitir poner freno a la palabra de Dios. Deberían haberlo sabido aquellos sacerdotes de Jerusalén, responsables ya de la muerte de Jesús, pero que no habían podido impedir que rodara  la piedra del sepulcro en la mañana de Pascua. Hoy serán las puertas de la prisión las que no pueden resistir la fuerza del Espíritu.

·         Salmo 33: “Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha”.

El salmo 33, es una plegaria de agradecimiento, expresa la confianza del hombre que sabe que Dios permanece siempre junto al corazón que sufre.

·         Juan 3,16-21

“El que cree en él tiene vida eterna” La encarnación y la exaltación de Cristo proceden de una misma causa: el amor de Dios al mundo. Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgarlo, sino para salvarlo. Pero, si el Hijo da su vida, también trae consigo la luz, que “sondea las entrañas y el corazón del hombre”. El pecador odia la luz, porque sus obras son malas, y sabe que la luz hará manifiesto su pecado; el hombre justo va a la luz, porque sabe que sus obras son buenas, y da gracias por ello a Dios, fuente de toda bondad.

La venida del Hijo del hombre ilumina, pues, los actos del hombre. Jesús viene a salvar, y esta salvación exige al hombre tomar postura con respecto a las personas  a salvar, y esta salvación exige al hombre tomar postura con respecto a las personas y al mensaje de aquél. Es preciso pasar por la regeneración del Espíritu, lo cual exige pasar por la muerte y la resurrección.

JUEVES DE LA 2ª SEMANA DE PASCUA

19 DE ABRIL

·         Hechos 5,27-33

“¡Queréis hacernos responsables de la sangre de este hombre!” Queréis hacernos responsables de la muerte de Jesús. Tiene muy poca memoria el sumo sacerdote Jonatán, hijo de Anás. Ha olvidado que su familia conspiró contra Jesús, y que su cuñado Caifás convirtió el proceso en una parodia.

Los apóstoles están frente a sus jueces, que representan la autoridad legítima. ¿A quién deben obedecer? ¿A los que detentan el poder o a Dios? ¿A los hombres, que condenaron a Jesús y le trataron como a un asesino, o a Dios, que lo resucitó y lo exaltó como Príncipe y Salvador? Para Pedro y sus compañeros, ya no hay duda posible. Al resucitar a Jesús, Dios ha salido garante de su predicación, su testimonio ha quedado reforzado por la garantía del Espíritu.

·         Salmo 33 (continúa el de ayer).

·         Juan 3,31-36

Al texto evangélico de hoy precede el episodio en que  Juan el Bautista responde a los que, refiriéndose a Jesús, le dicen: “Aquel de quien diste testimonio está bautizando y todos se van con él”. El Bautista ratifica su aval en favor de Cristo y como amigo del esposo, se felicita de su éxito y de la popularidad del joven rabino. “Es preciso que él crezca y yo disminuya”. Es ahora cuando parece ser el evangelista Juan quien expone sus reflexiones teológicas, siguiendo el hilo de la anterior conversación de Jesús con Nicodemo, que venimos leyendo desde el lunes pasado.

Juan aprovecha el conflicto para oponer el rito del agua bautismal al bautismo de Jesús, apoyado por el poder del Espíritu. El Bautista bautizaba con agua, Jesús bautiza con Espíritu Santo y fuego.


VIERNES DE LA 2ª SEMANA DE PASCUA

20 DE ABRIL

·         Hechos  5,34-42

Fariseo de tendencia liberal, Gamaliel fue el profesor de Pablo de Tarso. Cuando fueron detenidos los apóstoles, sugirió al tribunal que dejara que las cosas siguieran su curso. Según él, si el movimiento cristiano venía de Dios, los hombres no podrían nada contra él; si por el contrario, venía de los hombres, desaparecería por sí mismo. La historia reciente de Israel ¿no aportaba ejemplos de movimientos que sólo habían sido fuegos artificiales? Teudas, que pretendía hacer pasar el Jordán a pie enjuto a sus partidarios, había sido muerto; y en tiempos del propio Gamaliel, Judas el Galileo animaba el movimiento zelota, abiertamente opuesto a la ocupación romana.

·         Salmo 26: “Una cosa pido al señor: habitar en su casa”.

El salmo 26 expresa la confianza de los que tienen fe en el Señor. Canta la alegría de los apóstoles, absolutamente dichosos de haber sido juzgados dignos de sufrir por el Nombre de su Señor.

·         Juan 6,1-15

El evangelista Juan califica siempre los milagros de Jesús con el término “signo”, que se repite hasta diecisiete veces en el cuarto evangelio. Signo es, pues, un concepto teológico y cristológico, es decir, referido a Cristo y orientado a fundamentar la fe del discípulo en Jesús como Hijo de Dios, lo cual constituye la finalidad del evangelio de Juan. En este sentido, Cristo mismo es el gran signo de Dios Padre.

La multiplicación de los panes es uno de los grandes signos de autorrevelación de Jesús que tenemos en el cuarto evangelio. Como veremos en días sucesivos, partiendo Cristo del pan material, multiplicado para la muchedumbre, deja patente en su posterior discurso sobre el pan de vida que él mismo es el pan bajado del cielo y el pan eucarístico –su carne, verdadera comida  y su sangre, verdadera bebida-, que da vida eterna al que lo recibe.

SÁBADO DE LA 2ª SEMANAS DE PASCUA

21 DE ABRIL

·         Hechos 6,1-7

A pesar de la persecución, la Iglesia de Jerusalén ha crecido. Es una comunidad llena de vida, y el Espíritu actúa en ella. La Palabra es anunciada, y el número de los cristianos aumenta sin cesar: incluso hubo sacerdotes que se unieron al grupo.

Sin embargo, esta expansión no está exenta de conflictos, y aunque la comunión sea tan primordial para Lucas que éste se vea obligado a recordar constantemente el ideal comunitario, no por ello disimula los enfrentamientos inherentes al desarrollo de todo grupo.

En primer lugar, se produce un conflicto que enfrenta a los cristianos de origen palestino con los helenistas. Conflicto banal que los doce solventan apelando a la iniciativa de los cristianos: deben buscar entre ellos a siete hombres de buena reputación, llenos de Espíritu Santo y sabiduría. Estos hombres se ocuparán de las comidas comunes y de la gestión de los bienes de la Iglesia. De este modo, el crecimiento de la joven comunidad va suscitando nuevas necesidades que los apóstoles se esfuerzan en satisfacer creando nuevos ministerios.

·         Salmo 32: “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros…”

El salmo 32 invita a dar gracias. ¡Arpas y cítaras, acompañad el himno que los fieles van a cantaral Señor!.

·         Juan 6,16-21

Jesús, que se ha negado a avalar las concepciones mesiánicas populares, se refugia en la montaña. También se han alejado los discípulos, que llegan a Cafarnaúm y, sin duda, se preguntan por lo que han visto. La oscuridad les rodea por todas partes. El mar se iba encrespando; ese mar siempre temible para aquellas gentes del llano y de las montañas que eran los judíos. Sin embargo, Yahvé había vencido al mar; había separado las aguas del cielo de las aguas inferiores, y éstas habían huido, enloquecidas por los truenos. Habían escalado colinas y descendido valles, hacia el lugar que Dios les había asignado.

Pero he aquí que Jesús camina sobre las aguas y se acerca a los pescadores asustados. Al igual que Yahvé, manda a la masa de las olas. Hoy los discípulos le contemplan pasmados. Mañana, después de su resurrección de entre los muertos, le reconocerán el título de Señor, reservado al Dios único, rey de la creación. Jesús es el Mesías, el enviado de Dios y puede dar el pan de vida.


domingo, 8 de abril de 2012

OCTAVA DE PASCUA


LA OCTAVA DE PASCUA

Jesús de Nazaret ha muerto. Un hombre único e incomparable ha sido crucificado. ¿Ha fracasado su causa por ello? He aquí que al proceso de los hombres responde el contra-proceso de Dios. Dios mismo toma partido y “firma”, para autentificarlas, las páginas “escritas” por la vida de Jesús. “A aquel a quien vosotros habéis crucificado, Dios lo ha resucitado de entre los muertos”. La fe cristiana se presenta como un juicio solemne, el juicio de Dios.
            Algo ha ocurrido durante el tiempo que media entre la Pascua y el nacimiento de la Iglesia. Algo ha cambiado durante esta Cincuentena primordial. Los discípulos, enloquecidos y dispersados por el miedo, se han transformados en ardientes defensores. “¡No podemos dejar de hablar!”. Los apóstoles han tenido una experiencia que les va a revelar el sentido de la muerte de Jesús en la cruz. “Era necesario que el Mesías sufriera” era necesario… No es un fracaso.
            La resurrección de Jesús es un “misterio” que no pertenece al mundo visible y evidente. En un acto divino que nos resulta inaccesible a no ser por la fe, por los signos de la fe. Aun cuando algunos acontecimientos (tumba vacía, apariciones) puedan ser como la huella de ese misterio en nuestra historia, siempre habrá que interpretar estos signos y buscar su sentido profundo. No basta con que haya una tumba vacía para que el desaparecido sea proclamado Hijo de Dios y Señor.
            Hay que interpretar. Algunos lo hacían de modo deductivo, sacando la lección de los hechos: a Jesús, dicen, lo ha resucitado Dios. Pero ¿de qué valdría su testimonio si sólo se apoyara en su lógica? Otros se dedicarán a anunciar al resucitado, y de los acontecimientos nacerán una predicación y un mensaje. Y otros interpretarán los hechos refiriéndose a la existencia humana: ¿qué significa para nosotros? Así nació la teología de la Pascua, es decir, el descubrimiento del sentido salvífico de la muerte y la resurrección de Cristo.
            La afirmación de la resurrección es el núcleo de la confesión pascual. Decir que Jesús ha resucitado es afirmar un hecho de naturaleza “escatológica” que tiene una relación determinante con el “fin de los tiempos”. Es afirmar que, con la resurrección, Jesús está ya instalado en su función de salvador y juez de la historia humana.
            Nuestra existencia no camina hacia la muerte. Jesús es la prenda y la fuente de nuestra existencia eterna. Victoria de la vida, que no es empujada hacia un futuro ilusorio, porque es victoria para hoy. La “Pascua” que vivimos con Cristo nos hace pasar desde ahora a la verdadera vida, que es comunión con Dios. Desde la mañana de Pascua vivimos en régimen de resurrección, y “en esta existencia  cotidiana que recibimos de tu gracia ha comenzado ya la vida eterna”.

LUNES DE LA OCTAVA DE PASCUA
9 DE ABRIL
·         Hechos 2,14.22-33
“Hombres de Judea y los que residís en Jerusalén, comprended bien lo que ha pasado. Jesús el Nazareno fue crucificado por manos de los impíos, pero Dios lo ha resucitado y nosotros somos testigos”. Jerusalén puede continuar con los ritos de la oración y los sacrificios; nada volverá ya a ser igual. Una comunidad que vive del Espíritu, va a decir una palabra de gracia y reconciliación, va a realizar unos gestos que muy pronto dividirán al pueblo judío en lo referente a la ley musaica.
La palabra de Dios está ya actuando. La Iglesia recibe la enseñanza de los profetas y la confronta con los acontecimientos.
·         Salmo 15: “Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti”.
Salmo de confianza, el salmo 15 habla de la fidelidad de Yahvé que levanta al justo. La primera comunidad cristiana lo releyó a la luz de la resurrección de Cristo.
·         Mateo 28,8-15
El evangelio de este lunes de la octava de Pascua, contiene dos episodios relacionados con la resurrección del Señor. El primero es la aparición de Jesús a María Magdalena y María la de Santiago, que fueron a visitar su sepulcro. Allí oyeron el anuncio del ángel: “Jesús, el crucificado, no está aquí, ha resucitado, como había dicho… Id aprisa a decirlo a sus discípulos”. Es entonces cuando les sale al encuentro Jesús mismo, que les dice: “Alegraos… No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán”.
La segunda parte del evangelio deja constancia del “invento” sobre el sepulcro vacío de Jesús. Los sumos sacerdotes y los ancianos compran el silencio y la mentira de los guardias del sepulcro, únicos testigos directos de la resurrección: “Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais… Y estas historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy”. En esta reseña sobre la fábula del sepulcro vacío, exclusiva de Mateo, se traduce el clima conflictivo entre la vieja sinagogas y la joven Iglesia.


MARTES DE LA OCTAVA DE PASCUA
10 DE ABRIL
·         Hechos 2,36-41
Primeras predicaciones, primeras conversiones: “A quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías”. Los apóstoles se comportan siempre del mismo modo cuando se dirigen a la sinagoga. En primer lugar, recuerdan los grandes sucesos de la historia judía y el mensaje de los profetas. Después presentan la buena noticia de Jesucristo como cumplimiento de la antigua alianza. Finalmente, concluyen con una llamada a la conversión y a la fe. Los convertidos son entonces bautizados en nombre de Jesucristo. De este modo, el bautismo se pone en relación con el Nombre, es decir, con la persona misma de Jesús resucitado.
·         Salmo 32: “La misericordia del Señor llena la tierra”.
El salmo 32, es un himno en honor de las proezas de la obra divina: “La palabra de Dios es sincera; más tajante que espada de doble filo…”
·         Juan 20,11-18
“¡Suéltame, que todavía no he subido al Padre!”. Cuando, en la cruz, Jesús hubo entregado el Espíritu, había muerto de amor. Había glorificado a su Padre, y el Padre le había glorificado a él. Desde entonces pertenece al mundo del espíritu. Sólo los creyentes, los que aceptan renacer de lo alto y del Espíritu, podrán reconocerlo.

María llora cuando regresa ante la tumba. “¡María!”. “¡Maestro!”: los dos nombres son susurrados, y no sólo los oye el corazón. Llamar por su nombre al hijo que acaba de nacer es hacerse cargo de él en su mismo nacimiento. “¡María!”. María va a renacer. Enjuga unas lágrimas que pertenecen al pasado y “se vuelve”.

Sólo entonces reconoce a Jesús. Había pensado primero en el jardinero, y no estaba lejos de la verdad. ¿Quién es ese jardinero, sino el nuevo Adán a quien el Padre acaba de devolverle la custodia del paraíso reencontrado?.
MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA
11 DE ABRIL
·         Hechos 3,1-10
Las tres de la tarde, cerca de la “Puerta Hermosa”, Pedro y Juan suben al templo para la oración. Un enfermo se les acerca y les pide ayuda. Ellos le dicen: “No tengo no oro mi plata, pero lo que tengo eso te doy. En nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar”. Un nombre: es todo lo que tienen para ofrecer.
Pero el pensamiento antiguo daba una enorme importancia al conocimiento del nombre, pues éste definía al ser y su función. Conocer el nombre equivalía a poseer el ser, y es un nombre realmente prestigioso el que los apóstoles revelan al tullido: el nombre del Ungido del Señor, de quien el profeta Isaías había cantado la siguiente alabanza: “El Señor me ha ungido; me ha enviado a llevar un gozoso mensaje a los humillados y a curar a quienes tienen el corazón roto” (Is 61,1). Cristo es también Siervo…
·         SALMO 104: “Que se alegren los que buscan al Señor”.
El salmo 104 repite sin cesar las maravillas de Dios.
·         Lucas 24,13-35
Al atardecer del primer día de la semana, dos hombres van por el camino. Su vida se ha detenido el viernes precedente, mientras Jesús agonizaba en la cruz. Desde entonces, se han dicho el uno al otro la antigua maldición: “Maldito el que es colgado” (Dt 21,23). ¿Quién tiene razón: la autoridad legítima que decidió la muerte del agitador o ese Jesús que reivindicó el título de Mesías? Los dos hombres caminan con aire sombrío. Pero de golpe pasan del desánimo a la euforia, a una fe entusiasta en la resurrección.
La Escritura es la primera clave o vía que Jesús les abre para acceder a la fe en su persona. Los discípulos no lo han reconocido presente en el caminante que se les une en la marcha y que parece ignorar todo lo sucedido aquellos días en Jerusalén. Ellos están desanimados, en la tumba del crucificado quedaron enterradas sus esperanzas mesiánicas, que no son capaces de resurgir ni con las noticias que empiezan a correr en su grupo sobre el sepulcro vacío e incluso  la resurrección de Jesús anunciada por los ángeles a las mujeres.
“Entonces Jesús les dijo: ¡Qué necios  y torpes sois para creer  lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera todo esto para entrar en su gloria? Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas. Les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura”. Esta lectura cristológica de la Escritura es el camino que, iniciado por Jesús, seguirá la Iglesia primitiva, como vemos en los pregones apostólicos de los Hechos; por ejemplo el que leeremos mañana jueves y que sigue a la curación del lisiado en la Puerta Hermosa del templo por Pedro y Juan.
La Eucaristía es la segunda clave cerca ya de la aldea de Emaús, el desconocido hizo ademán de seguir adelante. Quédate con nosotros, le dijeron ellos, porque atardece y el día va de caída. Y se dispusieron a cenar juntos. Entonces el Señor, “sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció”. Lucas transcribe aquí exactamente el rito con que Jesús inició la institución de la eucaristía en la última cena, según leemos en san Pablo y en los tres evangelios sinópticos.
La comunidad es la tercera clave. Así lo entendieron los peregrinos de Emaús, que levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros. Habían aprendido  una lección fundamental, extensiva a todos los cristianos. Cristo  resucitado sigue presente entre ellos, en medio de la comunidad, de una manera nueva y cierta, por la fe que nace de su palabra y de su pan.
JUEVES DE LA OCTAVA DE PASCUA
12 DE ABRIL
·          Hechos 3,11-26
¡Combate de la vida y la muerte! Pilatos pensaba soltar a Jesús, y los judíos rechazaron su propuesta. Reclamaron el perdón de un asesino para entregar al santo y Justo. Hicieron morir al Príncipe de la vida, y Dios lo resucitó de entre los muertos. Porque Jesús se hizo siervo, porque llegó hasta el final el don de sí. Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está por encima de todo nombre.
La curación del enfermo dejó a la muchedumbre estupefacta y desorientada. Pedro les descubre el sentido del hecho del que han sido testigos y que tiene a Dios por autor.



TOMÓ EL PAN, PRONUNCIÓ LA BENDICIÓN, LO PARTIÓ Y
SE LO DIO.
A ELLOS SE LES ABRIERON LOS OJOS Y LO RECONOCIERON.
Jesús se hizo servidor y fue rechazado por todos. Ahí se encuentra el camino auténtico de la conversión: sólo los que se comprometen en este camino conocerán el tiempo de la restauración. Se ofrece a Israel un último tiempo. Entonces volverá para tomar posesión del Reino eterno que Dios le prometió por boca de los profetas.
·         Salmo 8: “Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!”.
“¿Qué es el hombre, Señor, para que te acuerdes de él?”. El salmo 8 es un himno al Dios, creador de todo,  que ha dado el nombre al hombre.
·         Lucas 24,35-48
Al atardecer del primer día de la semana. “¡Paz a vosotros!” Paz a los discípulos aún incrédulos. La paz: un sueño tenaz en el corazón del hombre. Los enemigos se dan la mano, las armas se callan. Los profetas habían prometido tan a menudo esta paz para “el tiempo del descanso”… Ahora está ahí, en medio de los apóstoles estupefactos. Todos los bienes del Reino están ahí.
Jesús en medio de los suyos… La tradición judía conocía relatos de apariciones de espectros o demonios: la tradición griega también. Pero Jesús no es un fantasma; no se aparece un muerto, sino un vivo. Jesús muestra el lugar de los clavos y come un trozo de pan.
Más aún. Instruye a sus apóstoles y les explica cómo su muerte y su resurrección dan cumplimiento a las Escrituras. En efecto, a la Iglesia le gustará repetir los pasajes proféticos y los salmos que iluminan con una luz nueva la vida de su Señor. Pero pronto vendrá el Espíritu que lo renovará todo: será la hora de la misión.
VIERNES DE LA OCTAVA DE PASCUA
13 DE ABRIL
·         Hechos 4,1-12
Pedro y Juan instruyen al pueblo e insisten en decir que Jesús ha resucitado de entre los muertos. Muchos de los que les escuchaban se convierten, y crece la comunidad de creyentes. Es más de lo que pueden soportar los sumos sacerdotes, que se encogen de hombros cuando se les habla de resurrección. Hay que matar al polluelo en el huerto y desmembrar la secta. Ha llegado para la Iglesia la hora del testimonio.
“¿En nombre de quién habéis hecho eso?”  -En nombre de Jesús, pues no se nos ha dado bajo el cielo otro nombre que pueda salvarnos. El enfermo ha sido salvado en el nombre de Jesús. ¿No es Jesús la piedra rechazada por los que hoy persiguen a la joven Iglesia, pero elegida por Dios para ser la piedra angular sobre la que se edifique el nuevo Israel?-.
·         Salmo 117: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular”.
El salmo 117 pertenece al género de acciones de gracias individuales. El versículo 12 parece haber sido interpretado por los judíos como el anuncio de la edificación de la comunidad escatológica, pero la Iglesia no tardó en aplicarlo a Cristo, fundador del nuevo pueblo de Dios. Obsérvese el tono antijudío que se desprende de un juego de palabra arameo que asimila los “arquitectos” a los escribas.
·         Juan 21,1-14
“No tengas miedo, Simón; desde ahora serás pescador de hombres” (Lc 5,10). Por orden de Jesús echaron la red y sacaron ciento cincuenta y tres peces. Jesús ha glorificado a su Padre, y ahora el Padre le glorifica a él. Resucitado, realiza la promesa que había hecho a algunos paganos: “cuando haya sido elevado de la tierra, atraeré a todos los hombres hacia mí”. Ahora es el tiempo de la misión, y Pedro es su jefe: ¿No se lanzó al agua al reconocer al Señor, igual que había corrido hacia la tumba vacía en la mañana de Pascua? Han capturado una enorme cantidad de peces, y la red no se rompe con el peso de la pesca. Así, contra toda esperanza, los apóstoles van a congregar a hombres de todas partes en la unidad de una sola Iglesia. Pero sin Jesús no pueden hacer nada: durante la noche no habían pescado una sola pieza.
Aunque a primera vista pueda parecer que falta una de las características de las apariciones de Cristo resucitado, es decir: el envío misionero, la misión está indicada en el simbolismo misionero de la barca, la pesca, la red y los peces. Detalles todos que apuntan a la misión universal de la Iglesia “pescadores de hombres” y que ahora faenan comunitariamente y en cómo desborda de peces su red.
A todos nosotros se nos dice hoy: Echad la red, es decir, servid a mi misión redentora entre vuestros hermanos los hombres. A esta misión nos remite la eucaristía que a diario celebramos en nuestras comunidades.
SÁBADO DE LA OCTAVA DE PASCUA
14 DE ABRIL
·         Hechos 4,13-21
“¿Qué es justo a los ojos de Dios: escucharos a vosotros o escucharle a él?”. El tribunal religioso reprochaba a los apóstoles el que hablen de Jesús, pero ¿podrían actuar de otro modo? Jesús se ha apoderado de ellos, como pronto se apoderará de Pablo de Tarso. Ellos le han dado su fe, su corazón, su vida, y el Aliento de Dios les ha sumergido en su fuego. No existe un contrato entre el resucitado y sus discípulos, sino una pasión recíproca. Lo que Pedro, Juan y los demás han visto y oído no pueden callarlo, pues está en juego la salvación del hombre. Lo que han visto y oído lo anuncian a todos, para que la humanidad entera entre en comunión con ellos, ya que su comunión es comunión con el Padre y con Jesucristo.
·         Salmo 117 (ver viernes de la octava).
·         Marcos 16,9-15
El evangelio contiene  un breve recuento de apariciones de Jesús resucitado: primero a María Magdalena, después a los dos discípulos de Emaús y finalmente a los once, cuando estaban a la mesa. Jesús les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado.
Los estudiosos de los evangelios coinciden en afirmar, que este final no formaba parte del evangelio primitivo de Marcos; está redactado con un vocabulario y un estilo diferente del resto. Se trata más bien de un resumen de los relatos de apariciones que figuran en los otros evangelios, a los que se ha añadido una serie de alusiones a determinados acontecimientos referidos en el libro de los Hechos. Su autenticidad era ya discutida en el siglo segundo.



“MUCHACHOS, ¿TENÉIS PESCADO?... ECHAD LA RED A LA DERECHA DE LA BARCA Y ENCONTRARÉIS”.
            Esta semana, octava solemne de Pascua, la liturgia va a repetir un mismo anuncio con múltiples variaciones, pero siempre para decirnos que “el mundo antiguo ha desaparecido y ha nacido ya un mundo nuevo”.