LA OCTAVA DE PASCUA
Jesús de Nazaret ha muerto. Un
hombre único e incomparable ha sido crucificado. ¿Ha fracasado su causa por
ello? He aquí que al proceso de los hombres responde el contra-proceso de Dios.
Dios mismo toma partido y “firma”, para autentificarlas, las páginas “escritas”
por la vida de Jesús. “A aquel a quien vosotros habéis crucificado, Dios lo ha
resucitado de entre los muertos”. La fe cristiana se presenta como un juicio
solemne, el juicio de Dios.
Algo
ha ocurrido durante el tiempo que media entre la Pascua y el nacimiento de la
Iglesia. Algo ha cambiado durante esta Cincuentena primordial. Los discípulos,
enloquecidos y dispersados por el miedo, se han transformados en ardientes
defensores. “¡No podemos dejar de hablar!”. Los apóstoles han tenido una experiencia
que les va a revelar el sentido de la muerte de Jesús en la cruz. “Era
necesario que el Mesías sufriera” era necesario… No es un fracaso.
La
resurrección de Jesús es un “misterio” que no pertenece al mundo visible y
evidente. En un acto divino que nos resulta inaccesible a no ser por la fe, por
los signos de la fe. Aun cuando algunos acontecimientos (tumba vacía,
apariciones) puedan ser como la huella de ese misterio en nuestra historia,
siempre habrá que interpretar estos signos y buscar su sentido profundo. No
basta con que haya una tumba vacía para que el desaparecido sea proclamado Hijo
de Dios y Señor.
Hay
que interpretar. Algunos lo hacían de modo deductivo, sacando la lección de los
hechos: a Jesús, dicen, lo ha resucitado Dios. Pero ¿de qué valdría su
testimonio si sólo se apoyara en su lógica? Otros se dedicarán a anunciar al
resucitado, y de los acontecimientos nacerán una predicación y un mensaje. Y
otros interpretarán los hechos refiriéndose a la existencia humana: ¿qué
significa para nosotros? Así nació la teología de la Pascua, es decir, el
descubrimiento del sentido salvífico de la muerte y la resurrección de Cristo.
La
afirmación de la resurrección es el núcleo de la confesión pascual. Decir que
Jesús ha resucitado es afirmar un hecho de naturaleza “escatológica” que tiene
una relación determinante con el “fin de los tiempos”. Es afirmar que, con la resurrección,
Jesús está ya instalado en su función de salvador y juez de la historia humana.
Nuestra
existencia no camina hacia la muerte. Jesús es la prenda y la fuente de nuestra
existencia eterna. Victoria de la vida, que no es empujada hacia un futuro
ilusorio, porque es victoria para hoy. La “Pascua” que vivimos con Cristo nos
hace pasar desde ahora a la verdadera vida, que es comunión con Dios. Desde la
mañana de Pascua vivimos en régimen de resurrección, y “en esta existencia cotidiana que recibimos de tu gracia ha
comenzado ya la vida eterna”.
LUNES DE LA OCTAVA DE PASCUA
9 DE ABRIL
·
Hechos 2,14.22-33
“Hombres
de Judea y los que residís en Jerusalén, comprended bien lo que ha pasado.
Jesús el Nazareno fue crucificado por manos de los impíos, pero Dios lo ha
resucitado y nosotros somos testigos”. Jerusalén puede continuar con los ritos de la oración
y los sacrificios; nada volverá ya a ser igual. Una comunidad que vive del
Espíritu, va a decir una palabra de gracia y reconciliación, va a realizar unos
gestos que muy pronto dividirán al pueblo judío en lo referente a la ley
musaica.
La palabra de Dios está ya actuando.
La Iglesia recibe la enseñanza de los profetas y la confronta con los
acontecimientos.
·
Salmo 15: “Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti”.
Salmo de confianza, el salmo 15
habla de la fidelidad de Yahvé que levanta al justo. La primera comunidad
cristiana lo releyó a la luz de la resurrección de Cristo.
·
Mateo 28,8-15
El evangelio de este lunes de la
octava de Pascua, contiene dos episodios relacionados con la resurrección del
Señor. El primero es la aparición de Jesús a María Magdalena y María la de
Santiago, que fueron a visitar su sepulcro. Allí oyeron el anuncio del ángel: “Jesús, el crucificado, no está aquí, ha
resucitado, como había dicho… Id aprisa a decirlo a sus discípulos”. Es
entonces cuando les sale al encuentro Jesús mismo, que les dice: “Alegraos… No tengáis miedo: id a comunicar
a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán”.
La segunda parte del evangelio deja
constancia del “invento” sobre el sepulcro vacío de Jesús. Los sumos sacerdotes
y los ancianos compran el silencio y la mentira de los guardias del sepulcro,
únicos testigos directos de la resurrección: “Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras
vosotros dormíais… Y estas historia se ha ido difundiendo entre los judíos
hasta hoy”. En esta reseña sobre la fábula del sepulcro vacío, exclusiva de
Mateo, se traduce el clima conflictivo entre la vieja sinagogas y la joven
Iglesia.
MARTES DE LA OCTAVA DE PASCUA
10 DE ABRIL
·
Hechos 2,36-41
Primeras predicaciones, primeras
conversiones: “A quien vosotros
crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías”. Los apóstoles se
comportan siempre del mismo modo cuando se dirigen a la sinagoga. En primer
lugar, recuerdan los grandes sucesos de la historia judía y el mensaje de los
profetas. Después presentan la buena noticia de Jesucristo como cumplimiento de
la antigua alianza. Finalmente, concluyen con una llamada a la conversión y a
la fe. Los convertidos son entonces bautizados en nombre de Jesucristo. De este
modo, el bautismo se pone en relación con el Nombre, es decir, con la persona
misma de Jesús resucitado.
·
Salmo 32: “La misericordia del Señor llena la tierra”.
El salmo 32, es un himno en honor de
las proezas de la obra divina: “La
palabra de Dios es sincera; más tajante que espada de doble filo…”
·
Juan 20,11-18
“¡Suéltame,
que todavía no he subido al Padre!”. Cuando, en la cruz, Jesús hubo entregado el Espíritu,
había muerto de amor. Había glorificado a su Padre, y el Padre le había
glorificado a él. Desde entonces pertenece al mundo del espíritu. Sólo los
creyentes, los que aceptan renacer de lo alto y del Espíritu, podrán
reconocerlo.
María llora cuando regresa ante la
tumba. “¡María!”. “¡Maestro!”: los
dos nombres son susurrados, y no sólo los oye el corazón. Llamar por su nombre
al hijo que acaba de nacer es hacerse cargo de él en su mismo nacimiento. “¡María!”. María va a renacer. Enjuga
unas lágrimas que pertenecen al pasado y “se
vuelve”.
Sólo entonces reconoce a Jesús.
Había pensado primero en el jardinero, y no estaba lejos de la verdad. ¿Quién
es ese jardinero, sino el nuevo Adán a quien el Padre acaba de devolverle la
custodia del paraíso reencontrado?.
MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA
11 DE ABRIL
·
Hechos 3,1-10
Las tres de la tarde, cerca de la
“Puerta Hermosa”, Pedro y Juan suben al templo para la oración. Un enfermo se
les acerca y les pide ayuda. Ellos le dicen: “No tengo no oro mi plata, pero lo que tengo eso te doy. En nombre de
Jesucristo Nazareno, echa a andar”. Un nombre: es todo lo que tienen para
ofrecer.
Pero el pensamiento antiguo daba una
enorme importancia al conocimiento del nombre, pues éste definía al ser y su
función. Conocer el nombre equivalía a poseer el ser, y es un nombre realmente
prestigioso el que los apóstoles revelan al tullido: el nombre del Ungido del
Señor, de quien el profeta Isaías había cantado la siguiente alabanza: “El Señor me ha ungido; me ha enviado a
llevar un gozoso mensaje a los humillados y a curar a quienes tienen el corazón
roto” (Is 61,1). Cristo es también Siervo…
·
SALMO 104: “Que se alegren los que buscan al Señor”.
El salmo 104 repite sin cesar las
maravillas de Dios.
·
Lucas 24,13-35
Al atardecer del primer día de la
semana, dos hombres van por el camino. Su vida se ha detenido el viernes
precedente, mientras Jesús agonizaba en la cruz. Desde entonces, se han dicho
el uno al otro la antigua maldición: “Maldito
el que es colgado” (Dt 21,23). ¿Quién tiene razón: la autoridad legítima
que decidió la muerte del agitador o ese Jesús que reivindicó el título de
Mesías? Los dos hombres caminan con aire sombrío. Pero de golpe pasan del
desánimo a la euforia, a una fe entusiasta en la resurrección.
La Escritura es la primera clave o vía
que Jesús les abre para acceder a la fe en su persona. Los discípulos no lo han
reconocido presente en el caminante que se les une en la marcha y que parece
ignorar todo lo sucedido aquellos días en Jerusalén. Ellos están desanimados, en
la tumba del crucificado quedaron enterradas sus esperanzas mesiánicas, que no
son capaces de resurgir ni con las noticias que empiezan a correr en su grupo
sobre el sepulcro vacío e incluso la
resurrección de Jesús anunciada por los ángeles a las mujeres.
“Entonces
Jesús les dijo: ¡Qué necios y torpes
sois para creer lo que anunciaron los profetas!
¿No era necesario que el Mesías padeciera todo esto para entrar en su gloria? Y
comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas. Les explicó lo que se
refería a él en toda la Escritura”. Esta lectura cristológica de la Escritura es el camino
que, iniciado por Jesús, seguirá la Iglesia primitiva, como vemos en los
pregones apostólicos de los Hechos; por ejemplo el que leeremos mañana jueves y
que sigue a la curación del lisiado en la Puerta Hermosa del templo por Pedro y
Juan.
La Eucaristía es la segunda clave cerca
ya de la aldea de Emaús, el desconocido hizo ademán de seguir adelante. Quédate
con nosotros, le dijeron ellos, porque atardece y el día va de caída. Y se
dispusieron a cenar juntos. Entonces el Señor, “sentado a la mesa con ellos,
tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron
los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció”. Lucas transcribe aquí
exactamente el rito con que Jesús inició la institución de la eucaristía en la
última cena, según leemos en san Pablo y en los tres evangelios sinópticos.
La comunidad es la tercera clave.
Así lo entendieron los peregrinos de Emaús, que levantándose al momento, se volvieron
a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros. Habían
aprendido una lección fundamental,
extensiva a todos los cristianos. Cristo
resucitado sigue presente entre ellos, en medio de la comunidad, de una
manera nueva y cierta, por la fe que nace de su palabra y de su pan.
JUEVES DE LA OCTAVA DE PASCUA
12 DE ABRIL
·
Hechos 3,11-26
¡Combate de la vida y la muerte!
Pilatos pensaba soltar a Jesús, y los judíos rechazaron su propuesta.
Reclamaron el perdón de un asesino para entregar al santo y Justo. Hicieron
morir al Príncipe de la vida, y Dios lo resucitó de entre los muertos. Porque
Jesús se hizo siervo, porque llegó hasta el final el don de sí. Dios lo exaltó
y le dio el Nombre que está por encima de todo nombre.
La curación del enfermo dejó a la
muchedumbre estupefacta y desorientada. Pedro les descubre el sentido del hecho
del que han sido testigos y que tiene a Dios por autor.
TOMÓ EL PAN, PRONUNCIÓ LA BENDICIÓN, LO PARTIÓ Y
SE LO DIO.
A ELLOS SE LES ABRIERON LOS OJOS Y LO RECONOCIERON.
Jesús se hizo servidor y fue rechazado
por todos. Ahí se encuentra el camino auténtico de la conversión: sólo los que
se comprometen en este camino conocerán el tiempo de la restauración. Se ofrece
a Israel un último tiempo. Entonces volverá para tomar posesión del Reino
eterno que Dios le prometió por boca de los profetas.
·
Salmo 8: “Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la
tierra!”.
“¿Qué es el hombre, Señor, para que
te acuerdes de él?”. El salmo 8 es un himno al Dios, creador de todo, que ha dado el nombre al hombre.
·
Lucas 24,35-48
Al atardecer del primer día de la
semana. “¡Paz a vosotros!” Paz a los
discípulos aún incrédulos. La paz: un sueño tenaz en el corazón del hombre. Los
enemigos se dan la mano, las armas se callan. Los profetas habían prometido tan
a menudo esta paz para “el tiempo del descanso”… Ahora está ahí, en medio de
los apóstoles estupefactos. Todos los bienes del Reino están ahí.
Jesús en medio de los suyos… La
tradición judía conocía relatos de apariciones de espectros o demonios: la
tradición griega también. Pero Jesús no es un fantasma; no se aparece un
muerto, sino un vivo. Jesús muestra el lugar de los clavos y come un trozo de
pan.
Más aún. Instruye a sus apóstoles y
les explica cómo su muerte y su resurrección dan cumplimiento a las Escrituras.
En efecto, a la Iglesia le gustará repetir los pasajes proféticos y los salmos
que iluminan con una luz nueva la vida de su Señor. Pero pronto vendrá el Espíritu
que lo renovará todo: será la hora de la misión.
VIERNES DE LA OCTAVA DE PASCUA
13 DE ABRIL
·
Hechos 4,1-12
Pedro
y Juan instruyen al pueblo e insisten en decir que Jesús ha resucitado de entre
los muertos. Muchos de los que les escuchaban se convierten, y crece la
comunidad de creyentes. Es más de lo que pueden soportar los sumos sacerdotes,
que se encogen de hombros cuando se les habla de resurrección. Hay que matar al
polluelo en el huerto y desmembrar la secta. Ha llegado para la Iglesia la hora
del testimonio.
“¿En
nombre de quién habéis hecho eso?” -En nombre de Jesús, pues no se nos ha dado
bajo el cielo otro nombre que pueda salvarnos. El enfermo ha sido salvado en el
nombre de Jesús. ¿No es Jesús la piedra rechazada por los que hoy persiguen a
la joven Iglesia, pero elegida por Dios para ser la piedra angular sobre la que
se edifique el nuevo Israel?-.
·
Salmo 117: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la
piedra angular”.
El
salmo 117 pertenece al género de acciones de gracias individuales. El versículo
12 parece haber sido interpretado por los judíos como el anuncio de la
edificación de la comunidad escatológica, pero la Iglesia no tardó en aplicarlo
a Cristo, fundador del nuevo pueblo de Dios. Obsérvese el tono antijudío que se
desprende de un juego de palabra arameo que asimila los “arquitectos” a los
escribas.
·
Juan 21,1-14
“No
tengas miedo, Simón; desde ahora serás pescador de hombres” (Lc 5,10). Por orden de Jesús echaron la red y
sacaron ciento cincuenta y tres peces. Jesús ha glorificado a su Padre, y ahora
el Padre le glorifica a él. Resucitado, realiza la promesa que había hecho a
algunos paganos: “cuando haya sido
elevado de la tierra, atraeré a todos los hombres hacia mí”. Ahora es el
tiempo de la misión, y Pedro es su jefe: ¿No se lanzó al agua al reconocer al
Señor, igual que había corrido hacia la tumba vacía en la mañana de Pascua? Han
capturado una enorme cantidad de peces, y la red no se rompe con el peso de la
pesca. Así, contra toda esperanza, los apóstoles van a congregar a hombres de
todas partes en la unidad de una sola Iglesia. Pero sin Jesús no pueden hacer
nada: durante la noche no habían pescado una sola pieza.
Aunque a primera vista pueda parecer
que falta una de las características de las apariciones de Cristo resucitado,
es decir: el envío misionero, la misión está indicada en el simbolismo
misionero de la barca, la pesca, la red y los peces. Detalles todos que apuntan
a la misión universal de la Iglesia “pescadores de hombres” y que ahora faenan
comunitariamente y en cómo desborda de peces su red.
A todos nosotros se nos dice hoy:
Echad la red, es decir, servid a mi misión redentora entre vuestros hermanos
los hombres. A esta misión nos remite la eucaristía que a diario celebramos en
nuestras comunidades.
SÁBADO DE LA OCTAVA DE PASCUA
14 DE ABRIL
·
Hechos 4,13-21
“¿Qué
es justo a los ojos de Dios: escucharos a vosotros o escucharle a él?”. El tribunal religioso reprochaba a
los apóstoles el que hablen de Jesús, pero ¿podrían actuar de otro modo? Jesús
se ha apoderado de ellos, como pronto se apoderará de Pablo de Tarso. Ellos le
han dado su fe, su corazón, su vida, y el Aliento de Dios les ha sumergido en
su fuego. No existe un contrato entre el resucitado y sus discípulos, sino una
pasión recíproca. Lo que Pedro, Juan y los demás han visto y oído no pueden
callarlo, pues está en juego la salvación del hombre. Lo que han visto y oído
lo anuncian a todos, para que la humanidad entera entre en comunión con ellos,
ya que su comunión es comunión con el Padre y con Jesucristo.
·
Salmo 117 (ver viernes de la octava).
·
Marcos 16,9-15
El evangelio contiene un breve recuento de apariciones de Jesús
resucitado: primero a María Magdalena, después a los dos discípulos de Emaús y
finalmente a los once, cuando estaban a la mesa. Jesús les echó en cara su
incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían
visto resucitado.
Los estudiosos de los evangelios
coinciden en afirmar, que este final no formaba parte del evangelio primitivo
de Marcos; está redactado con un vocabulario y un estilo diferente del resto.
Se trata más bien de un resumen de los relatos de apariciones que figuran en
los otros evangelios, a los que se ha añadido una serie de alusiones a
determinados acontecimientos referidos en el libro de los Hechos. Su
autenticidad era ya discutida en el siglo segundo.
“MUCHACHOS, ¿TENÉIS PESCADO?... ECHAD LA RED A LA
DERECHA DE LA BARCA Y ENCONTRARÉIS”.
Esta
semana, octava solemne de Pascua, la liturgia va a repetir un mismo anuncio con
múltiples variaciones, pero siempre para decirnos que “el mundo antiguo ha
desaparecido y ha nacido ya un mundo nuevo”.
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