lunes, 9 de julio de 2012

DOMINGO 15 DE JULIO. XV DOMINGO ORDINARIO (CICLO B)


DOMINGO 15 DE JULIO

XV DOMINGO ORDINARIO (CICLO B)

1ª Lectura: Amós 7,12-15

Salmo 84: “Muéstranos, Señor tu misericordia y danos tu salvación”.

2ª Lectura: Efesios 1,3-10

PALABRA DEL DÍA

Marcos 6,7-13

“En aquel tiempo, llamó Jesús a los doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió: -Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa. Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban”.

REFLEXIÓN

            El evangelio de hoy tiene relación con Marcos 3,14. Jesús instituye en primer lugar el grupo de los Doce con un determinado fin (estar con Él, enviarlos a predicar y expulsar demonios) y en un segundo momento se produce el envío propiamente dicho. Su misión va a tener éxito, puesto que el final del texto refiere que, en efecto, los discípulos enseñan, sanan y liberan. Ahora bien, ¿por qué este éxito? Vamos a dirigir nuestra mirada hacia las instrucciones. Jesús les dice que tomen únicamente un bastón y sandalias, e insiste en lo que no van a necesitar. Esto no puede sino sorprender, ya que, cuando se prepara un viaje, lo primero en lo que se piensa es en lo que hay que coger. Es una manera de decir que lo verdaderamente necesario ya lo tienen: haber sido elegidos y enviados por Jesús, y haber recibido (y gratis) su misma autoridad y poder sobre el mal y el sufrimiento. El resto de las cosas son secundarias.
            Mirad, la tentación de cualquier creyente no es tanto el ateísmo o la indiferencia ante lo religioso, como la de hacerse un dios a su medida, a la medida de sus gustos y comodidades. La tentación de cualquier religión no es desaparecer sino caer atrapada en las redes del poder, en los criterios de normalidad cultura, del pensamiento imperante, el ser manejada.
            Dios despierta, por medio de su Espíritu, vocaciones, carismas y servicios. Eso que, habitualmente, llamamos pasión por algo. La vocación de profeta, como todas, podía ser una salida profesional retribuida, o podía ser una vida dura que, por la oposición de algunos, exigía vivir con esfuerzo.
            Si el profeta era fiel a Dios, una parte reaccionaba con ira. Si decía lo que halagaba los oídos, se notaba demasiado su cobardía, era despreciado. ¿Quién querrá asumir una tarea así?.
            Amós, en medio de la sencillez de su vida: “…soy pastor y cultivador de higos”, siente y escucha la llamada de Dios. Como Jeremías, como otros, no se había planteado esa posibilidad, pero recibe la invitación y responde que sí. Desde entonces su vida es otra. Apasionante y comprometida. Intensas: “El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo de Israel”.
            Tener vocación es escuchar en lo más profundo de tu interior, donde la propia personalidad se entiende como distinta, la invitación pronunciada con un: ¡Ve! Una expresión entre seductora y exigente. Algo que se intuye como prometedor y desafiante reto, atractivo e inquietante, pero sin lo que ya no se entiende la propia vida. Los que hemos experimentado esta llamada, y con tremendo miedo, hemos dicho como Samuel: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Lo sabemos, como muchos de vosotros.
            Porque, es sentir que algo merece la pena, no porque hay una recompensa económica detrás, no porque sea fácil su ejecución, sino porque la propuesta es interesante, engancha, es una propuesta que ya ejerce la misma presión que un caramelo en un niño. Hermana, hermano, nuestra comunidad, en cada Eucaristía que celebramos nos transmite esa misma invitación: ¡Id!
            Pero, mira, no vas de vacaciones, no prepares nada, sólo déjate preparar por Dios, ve libre, sin ataduras, confiando en la hospitalidad y en el corazón grande y solidario de las gentes que te encuentres en tu camino. Deja todos los “por si acaso”. Eres peregrino, y el peregrino mete en su mochila lo imprescindible, lo demás va a dificultar su camino.
            Son muchas las cosas que pueden atarnos, muchos los señuelos que nos pondrán en el camino, pero la llamada que Jesús nos dirige, tiene las mismas connotaciones que las dirigidas a Amós, Pablo, Pedro y tantos, a lo largo de la historia. Nos quiere libres, así Pablo se lo manifiesta a los cristianos de Galacia: “Para que seáis libres, os liberó Cristo, vosotros estáis llamados a la libertad…”


ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
            La tentación, de utilizar a Dios como escudo para nuestros inconvenientes, es grande. Eso nos lleva a deformar su imagen de Padre y hacerla parecer a lo que deseamos. Pero en el Dios cristiano hay una palabra clave, confianza, confiar en un Dios que es Padre, que es Hijo, que es Espíritu, que es Comunidad y Familia que son dos de los grandes dones que nos regala.
            Hermana, hermano, es muy fácil ser religioso al estilo de lo que cada uno quiere. Es muy fácil construirse ídolos, falsos dioses que nos encantan porque responden a nuestros gustos, cómodo y facilón. La fe religiosa siempre necesita preguntarse sobre sí misma, ser sincera, crítica, honesta, adulta y madura. Eso requiere un proceso y la ayuda de la comunidad en la que siempre hay profetas.
ORACIÓN FINAL
            ¡Qué mejor oración, que este himno cristológico de Pablo a la comunidad de Éfeso!.
            Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad.