PALABRA DEL DÍA
Mt 5,17-19
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No
creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir,
sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje
de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo
de los preceptos menos importantes, y se los enseñe así a los hombres, será el
menos importante en el Reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será
grande en el Reino de los cielos”.
REFLEXIÓN
Jesús dice que no vino a
abolir la ley, junto con los profetas, es decir, el Antiguo Testamento, sino a
darles plenitud. Los tres versículos del evangelio introducen las seis
antítesis del discurso del monte en que Jesús delinea la nueva justicia del
reino de Dios, es decir, la nueva santidad y fidelidad. La frase inicial es
clave: “No creáis que he venido a abolir
la ley o los profetas; no he venido a abolir, sino a dar plenitud”. De ahí
se desprende la importancia del cumplimiento de la ley en toda su extensión;
como hizo Cristo mismo, aunque criticara duramente la interpretación que de la
ley hacían los maestros judíos conforme a las tradiciones rabínicas.
La
alternativa que Jesús propone a la ley mosaica no es la simple abolición, sino
una mayor perfección y exigencia, una fidelidad más radical, una santidad más
profunda. La ley nueva de Cristo, la ley del Espíritu, fundamenta una moral y
una ética religiosa en dinamismo progresivo, interior, totalizante y acorde con
el ritmo ascendente de la revelación. Así lo demuestran las seis antítesis que
seguirán. Porque “os lo aseguro: si no
sois mejores (si vuestra fidelidad no es mayor) que los letrados y fariseos, no
entraréis en el reino de los cielos” (v.20). El amor sin límites a Dios y
al hermano es la plenitud de la ley de Cristo, la justicia, la nueva santidad
del Reino, la nueva fidelidad religiosa; amar, dice Pablo, es cumplir la ley
entera (Rom 13,10).
ENTRA EN TU INTERIOR
Una fidelidad mayor
es la que quiere Jesús de sus discípulos y la que diferencia a la comunidad del
Antiguo y del Nuevo Testamento, a los miembros de la sinagoga y de la Iglesia.
San Pablo, que profundizó el tema de la ley mosaica en relación con la fe en Cristo y su nueva ley, afirma: “El
fin de la ley es Cristo para justificación de todo creyente” (Rom 10,4). Cristo
fue el cumplimiento pleno y la realización de la ley y profecías de la antigua
alianza.
ORACIÓN
FINAL
Hoy te bendecimos, Señor, porque Cristo es nuestra ley.
Una ley que es perfecta y es descanso del alma; un precepto que es fiel e
instruye al ignorante. Unos mandamientos que son enteramente justos, más
preciosos que el oro, más dulce que la miel de un panal que destila.
Unos
mandatos, Señor, rectos y que alegran el corazón; unas normas limpias, que dan
luz a mis ojos.
Gracias,
Señor, porque tu Palabra es lámpara para mis pasos, luz en mi camino. Gracias,
Señor, porque tu ley es mi herencia gozosa, la alegría de mi vida.
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