jueves, 15 de marzo de 2012

evangelio y reflexión del Viernes de la Tercera Semana de Cuaresma


PALABRA DEL DÍA

Mc 12,28-34

“En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?”. Respondió Jesús: “El primero es: “Escucha, Israel, el  Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No  hay mandamiento mayor que estos”. El escriba replicó: “Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los  holocaustos y sacrificios”. Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas”.

EL AMOR ES LA CLAVE


REFLEXIÓN

                Ante la pregunta del letrado, Cristo se pronuncia no sólo sobre el primer mandamiento: amar a Dios, sino también sobre el segundo: amar al prójimo, para concluir en singular: “No hay mandamiento mayor que éstos”. Porque el segundo mandamiento es “semejante al primerio”, se dice en Mt 22,39, el relato paralelo a este; quedan así unidos y equiparados ambos. Esto es lo novedoso en la respuesta de Jesús, que, por lo demás, combina dos textos conocidos de todo especialista de la ley de Moisés. Para el amor a Dios utiliza la oración del “Shemá” (Escucha, Israel), que todo judío rezaba mañana y tarde, y para el amor al prójimo se remite al Levítico (19,18), si bien para Jesús prójimo es todo hombre y mujer, y no sólo el pariente y el compatriota, no sólo el próximo, el cercano.
La clave es el amor, amar a Dios y al prójimo vale más que todos los holocaustos y sacrificios; así concluyó el letrado su diálogo con Jesús. Afirmación que el Señor aprobó, “viendo que había respondido sensatamente”. El amor es más importante que la misma práctica cultual, porque es lo que le da valor. Necesitamos sinceridad y valentía para examinarnos del amor, que es lo central de la religión.
ORA EN TU INTERIOR
                A nivel de nuestra existencia personal, familiar y social, cada uno de nosotros se siente, en mayor o menor medida, como piezas dispersas de un rompecabezas. Desorientados por la propaganda consumista que nos manipula como marionetas, atraídos como niños incautos por ideologías mesiánicas, solicitados por sentimientos y afectos contradictorios, esclavos de los pequeños ídolos y tiranos de la vida actual, tenemos más de una vez la sensación de vivir desintegrados en muchas piezas.
                Ante tal dispersión, hemos de hacer un alto en el camino para preguntarnos sobre nuestra motivación religiosa fundamental, es decir, sobre la pieza clave para ensamblar el rompecabezas. Y ésta no es otra que el amor indisoluble a Dios y al prójimo. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, y a tu prójimo como a ti mismo. He aquí lo que dará sentido, cohesión y valía a toda nuestra vida si nos liberamos de los ídolos muertos; “obra de nuestras manos”: dinero y orgullo, prepotencia y dominio, egoísmo y sexo, afán de tener y consumir.
                A estas alturas de la cuaresma, hemos de profundizar en nuestra conversión a Dios y al hermano, avanzando por el camino de la fe y del amor; porque para ese doble encuentro no hay vía mejor ni más rápida que el amor, que es nuestro centro de gravedad.
ORACIÓN FINAL
            Dios Padre de ternura, cercano a los que te invocan, infunde tu amor en nuestros corazones para que amemos a los demás con el amor con que tú nos amas. Concédenos convertirnos totalmente al amor a ti y a los hermanos. Queremos abandonar los ídolos de nuestro egoísmo, porque amar vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Amén.






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