PALABRA DEL DÍA
Mc 12,28-34
“En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le
preguntó: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?”. Respondió Jesús: “El
primero es: “Escucha, Israel, el Señor,
nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón,
con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No
hay mandamiento mayor que estos”. El escriba replicó: “Muy bien,
Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera
de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo
el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Jesús, viendo que
había respondido sensatamente, le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”. Y
nadie se atrevió a hacerle más preguntas”.
EL AMOR ES LA CLAVE
REFLEXIÓN
Ante la pregunta del
letrado, Cristo se pronuncia no sólo sobre el primer mandamiento: amar a Dios,
sino también sobre el segundo: amar al prójimo, para concluir en singular: “No hay mandamiento mayor que éstos”. Porque
el segundo mandamiento es “semejante al primerio”, se dice en Mt 22,39, el
relato paralelo a este; quedan así unidos y equiparados ambos. Esto es lo
novedoso en la respuesta de Jesús, que, por lo demás, combina dos textos
conocidos de todo especialista de la ley de Moisés. Para el amor a Dios utiliza
la oración del “Shemá” (Escucha, Israel), que todo judío rezaba mañana y tarde,
y para el amor al prójimo se remite al Levítico (19,18), si bien para Jesús
prójimo es todo hombre y mujer, y no sólo el pariente y el compatriota, no sólo
el próximo, el cercano.
La clave es el amor,
amar a Dios y al prójimo vale más que todos los holocaustos y sacrificios; así
concluyó el letrado su diálogo con Jesús. Afirmación que el Señor aprobó,
“viendo que había respondido sensatamente”. El amor es más importante que la
misma práctica cultual, porque es lo que le da valor. Necesitamos sinceridad y
valentía para examinarnos del amor, que es lo central de la religión.
ORA EN TU INTERIOR
A nivel de nuestra existencia
personal, familiar y social, cada uno de nosotros se siente, en mayor o menor
medida, como piezas dispersas de un rompecabezas. Desorientados por la
propaganda consumista que nos manipula como marionetas, atraídos como niños
incautos por ideologías mesiánicas, solicitados por sentimientos y afectos
contradictorios, esclavos de los pequeños ídolos y tiranos de la vida actual,
tenemos más de una vez la sensación de vivir desintegrados en muchas piezas.
Ante tal dispersión, hemos de
hacer un alto en el camino para preguntarnos sobre nuestra motivación religiosa
fundamental, es decir, sobre la pieza clave para ensamblar el rompecabezas. Y
ésta no es otra que el amor indisoluble a Dios y al prójimo. Amarás al Señor,
tu Dios, con todo el corazón, y a tu prójimo como a ti mismo. He aquí lo que
dará sentido, cohesión y valía a toda nuestra vida si nos liberamos de los
ídolos muertos; “obra de nuestras manos”: dinero y orgullo, prepotencia y
dominio, egoísmo y sexo, afán de tener y consumir.
A estas alturas de la cuaresma,
hemos de profundizar en nuestra conversión a Dios y al hermano, avanzando por
el camino de la fe y del amor; porque para ese doble encuentro no hay vía mejor
ni más rápida que el amor, que es nuestro centro de gravedad.
ORACIÓN FINAL
Dios Padre de ternura, cercano a
los que te invocan, infunde tu amor en nuestros corazones para que amemos a los
demás con el amor con que tú nos amas. Concédenos convertirnos totalmente al
amor a ti y a los hermanos. Queremos abandonar los ídolos de nuestro egoísmo,
porque amar vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Amén.
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