martes, 6 de marzo de 2012

MIÉRCOLES DE LA SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA


PALABRA DEL DÍA

Mt 20,17-28

“En aquel tiempo, mientras iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino: “Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará”. Entonces se le acercó la madre de los Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: “¿Qué deseas?”. Ella contestó: “Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”. Pero Jesús replicó: “No sabéis lo que pedís”. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?”. Contestaron: “Lo somos”. Él les dijo: “Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre”. Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: “Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros; el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos”.

“NO SERÁ ASÍ ENTRE VOSOTROS”

REFLEXIÓN

                El discípulo no puede ser más que el maestro. El que quiera seguir a Jesús, el que quiera sentarse a su derecha o a su izquierda en el reino, ha de   beber el cáliz que él ha de beber. En definitiva, tiene que pasar antes por la cruz.

            El que quiera seguir a Jesús, debe hacerlo con las mismas actitudes y espíritu que Jesús. Este tema, sin duda uno de los más duros de todo el evangelio, nos plantea la esencia misma del ser cristiano.

            Ante la petición de la madre de los Zebedeo, Jesús responde: “… ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?”. Contestaron “los somos”.

            O lo que es lo mismo: “…el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo…”.

            Al fin  y al cabo el cáliz que él ha de beber, es su pasión y su muerte, que pasa necesariamente por la cruz.

            Jesús exige la adhesión total de la persona al Reino de Dios presente en él. Todo hombre debe seguirlo con sus pensamientos, sentimientos y conducta.

            Jesús no pierde esta ocasión para adoctrinar a los doce, futuros guías y pilares de su Iglesia, sobre la función que habrán de desempeñar en la comunidad. Una vez más el maestro rompe los esquemas convencionales: “Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo”.

            En la comunidad cristiana la autoridad y la responsabilidad, e incluso la fraternidad, deben ser sinónimo de servicialidad. En el grupo de los que seguimos a Cristo no tienen cabida el dominio, el autoritarismo, la ambición y la voluntad de poder. Todo eso rompe la comunión eclesial.

            Es evidente que Jesús contrapone dos estilos de autoridad y convivencia diametralmente opuestos: mandar dominando, o bien servir sin esperar compensación a cambio. El primero es la idea original de los apóstoles y el modelo habitual de la sociedad civil, por muy democrática que parezca; el segundo es el estilo que Jesús quiere para toda su iglesia, pastores y pueblo. Como motivación y ejemplo vivo de tan paradójica doctrina, Jesús apela a sí mismo: “Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.

ENTRA EN TU INTERIOR

            “El que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo”. ¡Cuánto nos cuesta entender la cruz! Como a los apóstoles. Cristo habla de cruz y ellos se interesan por los primeros puestos. Propone beber el cáliz y ellos contestan sin saber lo qué supone, y siguen discutiendo en busca de primacía. Al final habrá de ser tajante y claro: “Sabéis que los jefes tiranizan y abusan…, vosotros en cambio, sed servidores”. Vuelve a subrayar Jesús un principio que ya nos adelantaba y que será uno de sus preferencias: sus seguidores hemos de ser los primeros en servir, en pensar en los demás, en sacrificar egoísmos y orgullos para darnos en bien de los demás. Eso es “beber el cáliz que el Señor nos pide.

ORA EN TU INTERIOR

                Quiero estar, Señor, muy atento a las cruces que me presente cada día. Habrá cosas que no me salgan bien y personas que no me caigan bien. Se darán situaciones difíciles y dolorosas, no solamente para soportarnos los unos a los otros, sino difíciles de entender. Pero si soy capaz de beber el cáliz, tú cáliz, Señor, si soy capaz de ser servidor, habré dado la respuesta a lo que me pides. Beber de la copa con toda humildad y dejar que tú me conduzcas. Compartir tu destino, día a día, hasta el final.

ORACIÓN FINAL

                Oh Dios, que conoces nuestras impaciencias, enséñanos a caminar al ritmo de tu Hijo Jesús. Danos a beber con él hasta el final, llevados por la esperanza, la copa que él pone en nuestras manos. Pues creemos que quien persevere con él en la prueba le darás a gustar el vino nuevo, de la fiesta redentora.

                Vino que evoca la alegría, la vida, la resurrección y el Reino que llega: “Beberéis el vino nuevo en el Reino…”

                Toda comunión me compromete, Señor, a ser servidor. Que sepa compartir tu destino día a día. Hasta el final. Amén.




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