domingo, 12 de febrero de 2012

Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo B



EVANGELIO DEL DÍA
(Marcos 2,1-12)

"Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: -Hijo, tus pecados quedan perdonados. Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: -¿Por qué habla este así? Blasfema. ¿Quien puede perdonar pecados, fuera de Dios? Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: -¿Por qué pensáis eso? ¿Qués es máas fácil: decirle al paralítico "tus pecados quedan perdonados", o decirle "levántate, coge la camilla y echa a andar"? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene postestad en la tierra para perdonar pecados... Entonces le dijo al paralítico: -Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa. Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: -Nunca hemos visto una cosa igual".


REFLEXIÓN

Seguramente nos haya sorprendido a nosotros, como debió sorprender a los presentes, esas primeras palabras de Jesús. El propio evangelista parece reconocerlo también. Mateo, en efecto, no ahorra detalles para explicar con qué entusiasmo los amigos llevan al paralítico, intentan entrar por la puerta y no pueden, así que optan por bajarlo desde el tejado, todo para ponerlo en presencia de Jesús y lo cure. Pero Jesús empieza por tranquilizar al enfermo. Seguramente el paralítico, como tantos otros del pueblo, creía que las enfermedades son consecuencia de los pecados, y se sentía culpable. Así se entiende la actitud de Jesús de empezar por tranquilizarlo y devolverle la paz. Por eso le llama hijo y le comunica que sus pecados están perdonados, que no tanga miedo.
Y ahora sí, una vez aclarado que enfermedad y pecados son cosas distintas, ya tranquilo, Jesús le libra de las ataduras del mal, y el enfermo recupera las fuerzas y empieza a caminar ante el asombro general.
Hay muchos aspectos emocionantes aquí.
* Fe. Es solidaria, compartida y comprometida. Nos sorprende, sobre todo, la fe de los voluntarios: "Viendo Jesús la fe que tenían". Nos hubiera gustado conocer sus nombres porque son un modelo de voluntariado creyente.
* Humildad. No van en plan protagonista, sólo están al servicio del enfermo. Muchos se reirían de ellos y los tildarían de locos.^
* Valentía. Saltan sobre las dificultades. Si se cierra una puerta, se abre una ventana, aunque sea en el tejado.
* Creatividad. La fe mueve montañas y tejados; a la caridad siempre se le ocurren cosas. Al final, visto el éxito de su tarea, seguro que recibirían un buen aplauso generalizado, menos los viejos de siempre. Pero el que se aplaudió intensamente con fuerza fue Jesús.
Para transmitir la fe no basta con enunciar las Escrituras, no basta con sermonear, ni insitir en recomendaciones. La fe necesita milagros, es decir, signos. Jesús instituyó los sacramentos como signos, señales del amor de Dios. Pero no se limitó a eso: también curó la enfermedad, y nosotros tenemos que seguir curando otras muchas dolencias. Jesús pasó la vida predicando y haciendo el bien, y esa es nuestra misión, como la de Jesús. No podemos conformarnos con predicar y predicar, cuando hay tantas dolencias que sanar, tantos sufrimiemntos que mitigar, tantas injusticias que reparar. Si el evangelio ha de llegar al mundo entero, no será repartiendo evangelios a diestro y siniestro, sino viviendo nosotros de acuerdo con el Evangelio y dando testimonio de la fe, que confesamos y proclamamos, con las obras de liberación y contribución a la felicidad de todos.

Tomás García Torres

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