lunes, 20 de febrero de 2012

JUEVES DESPUÉS DE CENIZA


PALABRA DEL DÍA

Lc 9,22-25

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día”. Y, dirigiéndose a todos, dijo: “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?”

REFLEXIÓN

                Después de anunciar Jesús su pasión, muerte y resurrección, viene a decir a sus discípulos que ser cristiano tiene un alto precio, no es un título honorífico. He aquí las condiciones para su seguimiento: “El que quiera seguirme, que se niegue así mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará”.

                Este es el secreto de la Cuaresma, perder la vida para ganarla, como Cristo, en plena solidaridad con él. Hemos comenzado el camino hacia la Pascua, Jesús nos dice, que para alcanzar esa meta con él hemos de renunciar a algo; más aún, hemos de renunciar a nosotros mismos.

                En el horizonte de la Cuaresma hay que situar la Pascua como meta y punto de referencia. El camino hacia ese objetivo  tiene un doble acento sacramental: la penitencia y el bautismo, Los tres grandes sacramentos de la renovación cuaresmal son el bautismo, la reconciliación y la eucaristía, porque los tres son eminentemente sacramentos pascuales.

ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR

                Dios de la vida, mañana siempre amanecida de nuevo, te pedimos comprender ya al principio de la Cuaresma el secreto del seguimiento de Cristo, tu Hijo: autorenuncia y sacrificio para ganar la vida con él.

                Sabemos que la cruz es semilla de resurrección, de vida; haz que la llevemos cada día en  unión con Cristo. Preferimos la vida a la muerte, la gloria a la nada. No permitas, Señor, que sigamos el camino equivocado. Ser cristiano tiene un precio, y lo pagaremos gustosos.

                Haz, Señor, que sepamos profundizar en nuestro bautismo, que seamos capaces de dar muerte al pecado para vivir para ti.

                ¡Ayúdanos, Señor, con la fuerza de tu Espíritu!. Amén.




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